La realidad de la migración en tránsito en Costa Rica podría representar un reto importante para las autoridades. De cumplirse la tendencia, el país podría recibir un mínimo de 405.191 personas y hasta un máximo de 980.555, de acuerdo con las proyecciones de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
El reto para el país es garantizar al menos condiciones básicas de seguridad alimentaria, acceso a agua potable, a servicios de salud en los casos requeridos y a una integración y cohesión social en las comunidades por las que transitan.
Además, existe un llamado para no ver las estadísticas por sí solas, sino considerar el aspecto humano de cada persona migrante que abandona su país y llega a Costa Rica o a otros destinos de la región, pero que tiene como meta final radicar, principalmente, en los Estados Unidos.
La OIM determinó que un 95% de las personas migran por la búsqueda de condiciones económicas favorables. También mencionan que en un 57% de los casos quienes abandonan sus países de origen procuran una mayor estabilidad política, mientras que en tercer lugar destaca como objetivo la reunificación familiar (18%).
Uno de los hechos que más llama la atención, de acuerdo con Shirley Montealegre, oficial nacional de emergencias de la OIM para Costa Rica, es que, del total de la población migrante en tránsito, un 25% son niños y niñas. Además, un 13% viaja solo.
Los datos se dieron a conocer durante la conferencia regional sobre Migración en Tránsito, organizada por la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA), el Instituto Interuniversitario de Investigación y Desarrollo de Haití (INURED) y el hub Migración para el Desarrollo y la Igualdad (MIDEQ).
Durante dos días—5 y 6 de febrero—personas invitadas que representan a sectores de la sociedad civil, académicos, investigadores, estudiantes y representantes de organismos internacionales y de gobiernos se congregaron en el auditorio Cora Ferro Calabrese, en el Campus Higuerón de la UNA, en Heredia.
«Esta conferencia nos ofrece una oportunidad para conocer de cerca la situación que se viene presentando en el abordaje migratorio. Han sido dos días donde reconocimos el vacío que existe, a nivel del conocimiento, en esta materia, así como la necesidad de avanzar en los compromisos que adquieren los estados y la comunidad internacional para brindar soluciones a estas poblaciones que enfrentan condiciones especiales de vulnerabilidad, así como dificultades para el acceso a múltiples necesidades humanas», manifestó Marco Vinicio Méndez, director de la Escuela de Relaciones Internacionales.
Louis Herns Marcelin, de INURED, apuesta porque en el tema migratorio, los países y las personas tengan «un corazón y una mente abierta». Desde su punto de vista, «necesitamos considerar sus experiencias, sus historias y, a partir de allí, generar políticas públicas». Asimismo, destacó la importancia de que las propias organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil puedan movilizar a los gobiernos hacia la búsqueda de soluciones.
Sobre esa misma visión, la expositora Heaven Crawley, de MIDEQ, hizo énfasis en que la atención del tema migratorio no debe centrarse únicamente en el otorgamiento de incentivos económicos, sino en el desarrollo integral de cada uno de los países. «Se debe cambiar la narrativa sobre las migraciones, dejar de ver solo números y estadísticas y dar un giro hacia la humanización, aprender a ver las cosas desde otros puntos de vista y considerar a las comunidades que reciben a estas personas».
El académico Raúl Delgado, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México, hizo énfasis en aquellas circunstancias sobre las cuales se reproducen estereotipos y mitos alrededor del fenómeno migratorio, a nivel mundial.
Para el experto, la visión neoliberal-capitalista ha generado dinámicas de expulsión que desmantelan las economías en las periferias de los países, de manera que las personas se ven forzadas a migrar a polos de desarrollo donde la concentración de trabajo los somete a situación de explotación y exclusión. Es lo que él denomina una «migración forzada» caracterizada por la desposesión, exclusión, pobreza extrema y desempleo.
De acuerdo con la OIM, y según datos mostrados por Delgado, en el 2022, 169 millones de personas califican bajo la categoría de migrantes «económicos».
Durante la Conferencia se desarrollaron, además, una serie de paneles donde se abordaron las temáticas del impacto de la migración en tránsito sobre las comunidades, los factores de vulnerabilidad y el acceso a servicios y las experiencias compartidas en la aplicación de políticas públicas.
Asistieron representantes de países de América Latina y el Caribe, así como de naciones como Etiopía, Reino Unido y Japón.
El subdirector de la Escuela de RI, Raúl Fonseca, destacó que «nuestra Escuela se ha caracterizado por un compromiso en el análisis y discusión rigurosa de las diferentes realidades internacionales y esta conferencia es parte de ese esfuerzo por crear y difundir conocimiento relevante, que es concordante con el accionar de las universidades públicas y su responsabilidad con la sociedad».
La rectora adjunta de la UNA, Marianela Rojas, destacó la importancia de abrir este tipo de espacios «que proporcionan oportunidades para explorar y ofrecer soluciones concretas, fomentando el diálogo entre diversos actores comprometidos en abordar esta situación compleja. En este contexto, el papel de la Universidad es crítico por su aporte en la investigación, el intercambio, la extensión y la generación de conocimiento».
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